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domingo, 19 de septiembre de 2010

HENDRIX EXPATRIADO

Leyendo las noticias tabloideas sobre las expulsiones de gitanos rumanos en Francia, las críticas contumaces del partido socialista y la contradictoria defensa de Sarkozy elaborada por Rodríguez Zapatero he hallado, por casualidad, escondida en un rincón, una efeméride inesperada. Hoy se cumplen cuarenta años del fallecimiento de Johnny Allen Hendrix, conocido como Jimi Hendrix, mi guitarrista favorito, junto al Jimmy Page de Led Zeppelin. Conocí de su leyenda en el estudio de mi tío Josemari, que guardaba un vinilo suyo, traído de contrabando desde Londres en el ocaso del franquismo y la censura, donde el artista estaba rodeado de mujeres desnudas en estado heroinómanamente ataráxico.

Fue una vida excelsa y fugaz, la de Jimi. Desbordado por los excesos de la época y la juventud de los 70, acabó falleciendo en extrañas circunstancias en la cama del hotel Samarkanda, pasando al “Hall of fame” de los genios de la música precoces en morir, como Marley, Morrison, Joplin, Cobain o Bonham. De todos ellos, fue el más grande. Nacido en Seattle, la ciudad de la lluvia, el joven Johnny, zurdo de nacimiento, comenzó desde temprana edad a rasguear una guitarra, años antes de ingresar en el ejército del aire, donde fue paracaidista. Tras abandonar la milicia comenzó a tocar con gente como Ike y Tina Turner o Little Richard hasta que, tras ser escuchado casualmente por el líder de The Animals, nació “The Jimi Hendrix Experience” y el imperio del “Electric Ladyland”.

Hendrix fue un vividor del que la groupie Cyntia Plaster Caster –conocida por realizar moldes de penes de artistas con los que presuntamente se había acostado- manifestó que poseía el más grande atributo de su colección. El culmen del guitarrista llegó en el concierto de Woodstock, el del “Do love, not war”, cuando encendió al público con su eléctrica versión del himno nacional, que desgarró como protesta. Fue un genio ecléctico que adoptó una estética zíngara, definiéndose a sí mismo como “gipsy” o gitano. Sus sombreros de ala ancha y sus plumajes de colores variopintos fulguraban en los conciertos antes de prender fuego a su Fender Stratocaster. Tras su estela han navegado artistas como Lenny Kravitz y sus canciones han pasado a nuestra conciencia colectiva. De entre ellas mi favorita es la titulada “Foxy Lady”. Tengo el pleno convencimiento de que Hendrix era un joven profeta que, navegando entre el humo de la marihuana, encontraba el acorde perfecto y visionaba cual Nostradamus el futuro. Un día, echado en su cama, debió atisbar el afilado rostro de Sarkozy, sus cejas alzadas, ordenando expatriarlo de Francia junto con el resto de la raza gitana y decidió escribir una canción sobre su esposa, a la que maldijo con la desgracia de ser cantante.